Letra de Más Guapa Que Cualquiera, Joaquín Sabina



Se llamaba Soledad y estaba sola 
como un puerto maltratado por las olas, 
coleccionaba mariposas tristes, 
direcciones de calles que no existen. 
Pero tuvo el antojo de jugar 
a hacer conmigo una excepción 
y, primero, nos fuimos a bailar 
y, en mitad de un "te quiero" me olvidó. 
De Esperanza no tenía más que el nombre 
la que no esperaba nada de los hombres, 
coleccionaba amores desgraciados, 
soldaditos de plomo mutilados. 
Pero quiso una noche comprobar 
para qué sirve un corazón 
y prendió un cigarrillo y otro más 
como toda esperanza se esfumó. 
Por eso, cuando el tiempo hace resumen 
y los sueños parecen pesadillas, 
regresa aquel perfume 
de fotos amarillas. 
Y, aunque sé que no era 
las más guapa del mundo... juro que era 
más guapa que cualquiera. 
Se llamaba Inmaculada aquella puta 
que curaba el sarampión de los reclutas, 
coleccionaba nubes de verano, 
velos de tul roídos por gusanos. 
Pero quiso quererse enamorar 
como una rubia del montón 
y que yo la sacara de la 
"calle de los besos sin amor" 
Y, mil años después, cuando otros gatos 
desordenan mis noches de locura, 
evoco aquellos ratos 
de torpes calenturas. 
Y, aunque sé que no era 
la más guapa del mundo, juro que era 
más guapa, más guapa que cualquiera. 
 Flores en su entierro 
Excepto las de la imaginación 
había perdido todas las batallas. 
Un domingo sin fútbol nos contó, 
vencido, que tiraba la toalla 
y nadie lo creyó. 
Pero, esta vez, no iba de farol; 
al día siguiente se afanó una cuerda 
y, en lugar de rezar una oración, 
mandó el mundo a la mierda 
y de "un palo borracho" se colgó. 
Debía "luca y media" de alquiler, 
dejó en herencia un verso de Neruda, 
un tazón con pestañas de papel 
flotando en el café 
y una guitarra tísica y viuda. 
Lo poco que tenía lo invirtió 
en un hueso de lujo para el perro 
y en pagar al contado la mejor 
corona que encontró... 
para que hubiera flores en su entierro. 
Veinte años atrás lo conocí 
en Londres, conspirando contra Franco. 
Era el rey del aceite de hashís 
y le excitaba más robar un banco 
que el mayo de París. 
Por Florida lo vi la última vez 
con su traje anacrónico y marchito; 
estudiando el menú de un cabaret 
"-¡Hay comida, mi plato favorito!" 
gritó para joder. 
Debía "lica y media" de alquiler, 
dejó en herencia un verso de Neruda, 
una lágrima de Lilí Marlen 
flotando en el café 
y una guitarra tísica y viuda. 
Lo poco que tenía lo invirtió 
en un hueso de lujo para el perro 
y en pagar al contado la mejor 
corona que encontró... 
para que hubiera flores en su entierro. 
Parece que fue ayer cuando se fué 
al barrio que hay detrás de las estrellas, 
la muerte, que es celosa y es mujer, 
se encaprichó con él 
y lo llevó a dormir siempre con ella.

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