Déjame que arda entre las llamas de mi hoguera,
deja que me esconda entre las piedras de la cumbre
que creí un día conquistar.
No detengas mi caída con la red de tu piedad,
ni te asustes por mi huída que mi sed ya calmará.
Cuando llegue hasta la fuente de la que beber,
el agua que hace fuerte al que no lo es, no lo es.
Deja que me acueste sobre el suelo, por si quiero ver el cielo antes de dormir, déjame allí dormido y
ven a verme alguna vez. Dime que aún me esperas, y al saberlo entenderé que valió la pena haberme ido,
solamente por volver.