Un sabor amargo en la boca, una niebla espesa en mi cara. El maldito espejo me oculta lo que sufro por no verte.
Sólo tú me atas a vivir, sólo tu sonrisa puede hacer que esta agonía acabe aquí, que esta desidia muera al fin.
Nunca podrás cambiar que tú y yo, saltemos juntos
de la mano, a trepar el muro de la realidad. Momentos de satisfacciones, al leer estas cortas líneas, me susurras con sutileza que ya nunca volverás.
Nunca podrás cambiar que tú y yo, saltemos juntos
de la mano, a trepar el muro de la realidad.
La verdad de esta historia empieza cuando yo deje de llorar. El final de este cuento acaba cuando no queden lágrimas.